martes, 1 de enero de 2013

El hogar de Cale.


El hogar de Cale.

Fotografía: Jordi Coll Martínez.
Textos: Antonio Bosch Conde.




Domingo, 21 de febrero de 1937


Me llamo Ana. Es la primera vez que escribo en tus páginas, de hecho es la primera vez que escribo de manera más o menos formal. Es extraño escribir para una misma y hacer como si fuera para otro. Eres el regalo de papá por mi quince cumpleaños. Él dice que vas a ser algo así como mi confesor. Dice que hablaré de amigas, de chicos y de cosas mías. ¡Qué tonto está! Creo que me va a gustar esta nueva experiencia. Papá dice que soy la niña de sus ojos y que no le gusta que crezca. También dice que le gusta cómo escribo desde que le hice un poema, hace un par de meses. Había pasado varios días preocupado y yo quise que se sintiera bien. Se lo merece todo. ¡Te quiero papi!




Martes, 8 de mayo de 1937

¡No soporto esta vida! Mamá se ha ido para siempre. Yo también quiero morirme.

Domingo, 13 de mayo de 1937

Soldados y tanques. El periódico ha sacado las noticias de la reyerta, pero no dicen la verdad. Mamá ¿por qué tenías que ir a esa asociación femenina? No puedo parar de llorar. Papá también ha llorado mucho estos días, aunque sé que trataba de disimular cuando yo lo miro. El otro día, cuando nos íbamos al funeral, mientras estaba agachado atándome los cordones sobre el escalón de siempre, noté como una lágrima le cayó sobre mi zapato. Mamá es muy guapa. Me cuesta hablar de ella en pasado. Veo continuamente su carita blanca como la nieve, tan bonita como la luna. No consigo controlar los latidos de mi corazón. He aprendido como duele el alma.




Lunes, 10 de septiembre de 1937

Hoy ha sido un día difícil. Papá y yo hemos ido en carro a comer a un restaurante, junto a la playa. Nunca había ido a un Restaurante. Papá quería darme la noticia. Nos vamos de casa. Tenemos que cambiar de ciudad. Yo no quiero. Dice que es para bien, pero yo no lo entiendo. ¿Qué pasa con mi vida? ¿Y mis amigos? ¿Y la casa? Adoro esta casa, he crecido aquí, entre los campos y las huertas. Aquí hemos vivido siempre con mamá. ¿Es que no piensa en mí? ¿La niña de sus ojos? ¡Menuda mentira! ¿Por qué me hace esto papá? No lo entiendo. Siempre dice que quiere lo mejor para mí. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? No me comprende. ¿Por qué no me ha preguntado? No entiendo nada. ¡Esta vida es una porquería! ¡Odio esta guerra y también a ti, Papá! Quiero volver a ser niña de nuevo. ¿Dónde estás mamá? Hace cuatro meses que no siento sus abrazos.




Lunes, 1 de octubre de 1937

Me está costando mucho adaptarme a esta ciudad. Aquí hace más frío y llueve casi todos los días. Vivimos en un piso muy pequeño. Papá dice que nos hemos librado de una buena al cambiar de ciudad, pero yo creo que estábamos mejor en nuestra casa… con mamá. ¡La echo tanto de menos!

Viernes, 31 de diciembre de 1937

Hoy vamos a una cena de Nochevieja en casa de unos familiares. Yo no los conozco pero papá dice que hay dos chicas de mi edad. Son unas primas lejanas. Su padre y papá tienen el mismo abuelo. Creo que me van a caer mal. Preferiría volver a mi antigua casa. Allí éramos felices y estaba mamá.

Sábado, 1 de enero de 1938

Elena y Clara me caen muy bien. Elena es un año más pequeña que yo y Clara uno más mayor. Me han contado que tenían otra hermana que también nació en 1922, como yo, pero en verano. Se llamaba Laura, pero se murió cuando tenía diez. Empezó con fiebres y a los pocos días se apagaron sus fuerzas. Cuando me lo han contado se han puesto a llorar. Dicen que la echan de menos. Me he acordado de mamá. He querido calmarlas hablándoles de cosas bonitas. Les he descrito mi antigua casa y les he contado dónde dormía y donde me escondía cuando jugaba con papá. También les he contado cómo nos lo pasábamos mamá y yo en la cocina. Yo la ayudaba a hacer albóndigas porque a papá le encantan. Yo siempre acababa embadurnada de harina. Hemos llorado las tres juntas, aunque al final hemos acabado riendo cogidas de las manos. Me alegro mucho de haber conocido a mis primas. Cuando seamos mayores nos iremos juntas a vivir al “hogar de Cale”. Es el nombre que le hemos puesto a mi antigua casa. Ha salido cuando hemos juntado las iniciales de nuestros nombres por orden de edad. También hemos puesto la “L” de Laura.




Domingo, 6 de febrero de 1938

He quedado con mis primas para salir a dar una vuelta por el paseo. Acabo de volver. No me quería esperar para escribir, porque durante el paseo nos hemos cruzado con Jorge. Es un chico muy simpático, aunque un poco atrevido. Me ha dicho que le gusta mi pelo. Creo que se ha dado cuenta de que me he ruborizado. Estaba tan emocionada que nada más llegar a casa se lo he contado a papá. Me ha preguntado de qué bando es.




Domingo, 13 de febrero de 1938

He vuelto a quedar con mis primas. Espero que nos crucemos con Jorge. Papá lleva días detrás de mí para que le dé detalles. Se preocupa de mí, pero tiene que darse cuenta que ya no soy una niña. La verdad que está un poco pesadito, pero sé que lo hace por bien. ¡Ni que yo no supiera las cosas de la vida! Supongo que algún día se enterará de que ahora las cosas no son como en su época ¡Que ya no estamos en el S.XIX! Papá quiere acompañarme, pero le he dicho que me deje en la esquina anterior. No pueden verme llegar con él ¡Menudo cuadro! He quedado con las chicas a las cinco. ¡Qué mono es Jorge! Me gusta mucho cuando nos cruzamos con él. Hemos hablado del hogarde Cale. Algún día iremos todos a vivir allí.

Domingo, 20 de febrero de 1938

Hoy no nos hemos cruzado con Jorge. ¿Qué le habrá pasado? ¿Acaso ya no se quiere venir al hogar de Cale?




Lunes, 21 de febrero de 1938


¡No me lo puedo creer! ¿Por qué me has hecho esto papá? Mis primas tienen un familiar lejano, por parte de su madre, que es de origen francés. Les ha conseguido un visado para toda la familia, incluido para Laura.  Quiere que vaya yo en su nombre. ¿Es que ya no me quieres, papá? ¿Por qué te separas de mí? ¡Menudo regalo de cumpleaños! Me voy a escapar al hogar de Cale.




Martes, 22 de febrero de 1938

Hemos ido a la vieja fábrica de sillas. Papá viene con nosotros. Nos han metido en una camioneta que nos ha llevado a una estación de tren en mitad del campo. Me cuesta escribir aquí. No hay nada alrededor, solo un tren de vapor. Papá me ha abrazado antes de volver a subir a la camioneta. Me ha dicho que las noches que me sienta sola, mire a la luna. Dice que estaré viendo la cara de mamá y que él también la estará mirando en ese momento. Yo no quiero separarme de papá. Él me ha dicho que tampoco quiere, que seré para siempre la niña de sus ojos, los mismos ojos que brillan igual que el día que se fue mamá. Por aquí dicen que van a ser dos días de viaje hasta Toulouse. Papá me está mirando con lágrimas desde la camioneta. Se limpia los ojos con los puños de la camisa. Yo ya estoy dentro del tren y lo miro por la ventana. Papá te quiero. Sé que lo haces por salvarme la vida, por darme lo mejor, pero yo quiero estar contigo. No me gusta la guerra. Parece que todavía tardaremos en partir. Voy a correr hasta él y le voy a dar el beso más grande del mundo. Le voy a regalar mi diario. Ya es la última página. No voy a volver a escribir nunca más. Cuando leas esto, quiero que sepas que eres el mejor papá del mundo. Voy a mirar la luna todas las noches. Espero que la vida nos vuelva a juntar pronto.




Domingo, 20 de febrero de 1972

Llevo más de treinta años sin escribir en un diario. Mañana cumplo cincuenta y he querido celebrarlo cogiendo un avión para volver a mi antiguo hogar. El viaje ha sido muy entrañable. Desde que cerré la puerta del taxi, desde el mismo momento en que dejé las maletas en la línea de facturación de Orly, empecé dos viajes de vuelta a casa. En uno tuve que hacer escala en Madrid. En el otro, mi mente hizo escalas en diferentes recuerdos de mi vida. Aprovecharé para visitar a papá. Te quiero, papi.




Lunes, 21 de febrero de 1972

He recogido a Clara y a Elena en su hotel del centro. Clara ha venido desde Barcelona y Elena desde Toulouse. También llegaron ayer. Clara nos ha contado su viaje en Talgo desde la estación de Sants. Hace por lo menos quince años que no la veía. Con Elena sí que había coincidido en una convención en París hace cinco o seis años. Por fin cumplo mi promesa de llevarlas al hogar de Cale. El taxi ha tenido que dar una vuelta más larga de lo prevista porque había una manifestación, pero bueno, hemos conseguido salir de la ciudad. Cuando hemos cogido el camino entre huertas me han venido muchos recuerdos en blanco y negro. Los accesos no han cambiado mucho, pero la vereda que lleva de la carretera a la cancela de entrada, estaba desdibujada por la hierba salvaje. Me ha costado mucho reconocer mi vieja y querida casa. Está asolada. El tiempo se ha comido toda la vida que allí había. Ha sido muy duro. Clara me ha cogido fuerte de la mano. Creo que ha percibido mi desolación. Había unos indigentes viviendo en las ruinas de mi pasado. Al principio he percibido como el miedo se apoderaba de mí. Estábamos indefensas, pero nos han tratado muy bien. Ha sido fiel reflejo de mis sentimientos; primero miedo a recordar, a que mi pasado me atacase. Incluso he visto en las jeringuillas contagiadas de miseria, el temor a necesitar anestesia para embestir a mis más dulces recuerdos infantiles con papá y mamá. Después ha venido la calma. No era gente violenta. Nos han invitado a tomar un café un tanto aguado, que han hecho en una hoguera rodeada de piedras. La verdad es que ha sido de agradecer su hospitalidad, aunque la higiene no era su mayor virtud. Cuando no me han visto he tirado el café. Clara y Elena han copiado mi gesto. Hemos reído en silencio cómplice. Nos han regalado unos tomates de cosecha propia. Crecen justo donde papá puso aquel columpio que él mismo me hizo, cuando cumplí cinco años, con los restos de una vieja rueda de un carro que cayó en una acequia cercana. No sé si tenía que haber venido. Me he acordado mucho de papá y de mamá. ¡Tantas cosas vivimos aquí! He podido reconocer dónde estaba la chimenea y el pomo de la puerta de la habitación de mis padres, que siempre se atrancaba. El mismo pomo que les avisaba de mi presencia, cada sábado por la mañana, cuando me colaba entre sus sábanas, siempre tan blancas y almidonadas. También he podido reconocer la alacena de la esquina, que encastraron a medida y la mosquitera que papá puso en mi cuarto, para resguardarme de los mosquitos y todos los bichos. Todo me parece más pequeño. Recuerdo aquel escalón donde él siempre me ataba los cordones, cada vez que salíamos de casa. Incluso cuando ya sabía atármelos yo sola, él era quien lo hacía. Le diré que la cocina de mamá sigue oliendo a las albóndigas que tanto le gustaban. He hecho unas fotos. Esta tarde quiero ir al cementerio para llevárselas. Después iremos a cenar para celebrarlo y yo miraré a la luna.


Más fotos de este lugar y de todas las demás entradas aquí.

5 comentarios:

  1. Preciosa entrada, gracias por el deleite, me ha encantado.

    Feliz 2013

    ResponderEliminar
  2. Como ya te dije Jordi, me encantó. La idea es original y diferente a todo lo visto hasta ahora.

    Nos vemos pronto!.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Precioso relato, bonitas fotos :)
    Un blog original, creo es una gran idea combinar textos con las fotos.
    Abrazos

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias Nalabcer y Anjana!! Cuanta amabilidad!! :-)

    ResponderEliminar