No puedo.
Fotografía: Jordi Coll Martínez.
Textos: Walter Buscarini.
Mi incapacidad congénita
para tocar fondo. Eso me asusta. Es el quinto texto que empiezo para
acompañar estas fotografías. Y, esta vez sí, será el definitivo.
Me he saltado todos los
plazos, me he disculpado de diversos modos, soy culpable de fracasar
en el intento: he comparado esta fábrica con mi propio ser (donde
cada una de las salas era un órgano vital de los míos,
correspondiendo el corazón a la más mugrienta).
Luego imaginé que las
dependencias de esta fábrica eran salas de tortura en una residencia
para artistas. Incluso lo intenté relacionar con la cooperación
internacional (¿qué pasa cuando el financiador ejecuta un proyecto
sin tener en cuenta los intereses de los supuestos beneficiarios? Que
se abandona).
He hablado del futuro que
nos aguarda; he desnudado mis sentimientos; les he buscado (a las
fotos, digo) algún parangón con mis testículos; he asesinado
abuelas en un asilo, y he plagiado párrafos enteros de la novela
Cenital de Emilio Bueso (era tan clavado, casi perfecto, pero
al final me pudo el pudor a hacerlo). Todo ha sido en vano.
He escrito el relato más
breve de la historia universal de la literatura: Estoy llorando
esperma.
Jordi, he intentado
incluso escribir párrafos llenos de humor, alegres y dicharacheros
(espero que me lo hubieses perdonado). He pasado noches insomnes con
estas imágenes, que me encantan, por cierto; he aumentado mi dosis
de drogadicción para poder aprehenderlas desde las intoxicadas
cavernas de mis entrañas; he caminado entumecido hacia bares
cercanos donde, con un trombón entre las manos, me he descubierto
asustadizo al releer ciertos párrafos. He dejado la mayoría de
frases sin terminar; adentrarme más ya me daba miedo.
He pedido consejo, he
recuperado eslóganes de las carpetas de mi adolescencia ("la
vida es una mierda y encima te mueres"), he seguido paso a paso
las instrucciones encomendadas por los más sabios filósofos
respecto a la decadencia del mundo moderno, ese que lleva años
cayendo pero que resiste inclemente, seguramente porque sea el que
mejor se adapte a la naturaleza humana: destructiva, competitiva,
ambiciosa, tribal.
En definitiva, me ha
interpelado la escritura a la hora de enfocar un texto que hable
sobre abandono y decadencia sin que mis heridas me desangren. Y es
que he visto vomitar al diablo en la entrada de un párking (esto no
hace falta que se entienda).
Tengo que asumirlo: no he
podido desplomarme al fondo del pozo anímico al que me he visto
arrastrado cada vez que he indagado sobre cuestiones de las que suelo
despistarme por mi obstinación a construir hilarantes trincheras
frente al dolor más mundano. Eso me asusta.
Me encantan, muy buen reportaje! :D
ResponderEliminarMuy amable Mumi. Muchas gracias.
EliminarTremendo texto para tan fabulosas fotos.
ResponderEliminarMuchas gracias, amiguito.
EliminarMe gusta..
ResponderEliminarMuchas gracias, muy amable.
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