Neglect and decay.
Fotografía: Jordi Coll Martínez.
Textos: Alejandro Álvarez.
La vida da muchas vueltas y cuando menos te lo esperas, puedes ser tú el que esté ahí, en la calle, sin trabajo, sin dónde dormir y buscando la forma de sobrevivir un día más; donde cualquier forma puede ser buena: desde pedir alguna moneda, hasta aguantar las noches debajo de un puente, pasando el rato echando un trago de algún aguardiente barato. Ésto es algo parecido a lo que me pasó a mí, y que por poco la palmo. Lo interesante es que nunca supe por dónde y de pronto la vida dio un giro, una especie de “golpe de suerte” que me salvó, como si la conspiración del universo estuviera poniéndome una prueba y ya que la había superado, ¡plaf!, ahí lo tenía: una casa, un trabajo, una mujer... De nuevo enrolado al sistema social que nos tiene cogidos por los huevos aunque no lo queramos, ya sabes: cásate, ten hijos, busca un mejor empleo, jubílate, despídete de tus queridos, muere dignamente…, y así también tus siguientes generaciones, una y otra y otra y otra más hasta el final de los tiempos.
Mi
golpe
de
suerte
empezó
casi
después
de
conocer
a
Nicoletta.
Decidimos
que
para
mal
vivir
en
una
ciudad
cosmopolita,
mejor
irnos
al
campo
y
buscar
suerte
en
otros
ambientes,
unos
menos
turbios
donde
las
oportunidades
fueran
más
amplias.
Estar
en
la
ciudad
ya
no
era
opción
viable
para
nosotros.
Al
cumplir
casi
dos
meses
sin
cama
ni
techo,
los
conceptos
de
la
realidad
se
ven
ofuscados
por
la
desesperación
que
es capaz de llevarte
a
la
locura,
así
sin
más,
la
puta
locura
que
te
puede
arrastrar
al
suicidio,
y
para
evitar
que
fuéramos
arrastrados
a
ésos
"infiernos
terrenales",
decidimos
marcharnos
en
busca
de
un
quién
sabe
qué
que
nos
sacara
del
agujero.
Elegimos
por
azar,
la
huerta,
esa
parte
del
Levante
donde
aún
se
respira
tranquilidad
y
pureza;
a
parte
de
los
aromas
que
según
la
época
del año
dan
de
sí.
Nosotros
llegamos
en
primavera,
días
donde
el ambiente huele
a
cebolla
y
a
azahar,
donde
incluso, por la temperatura del clima, ya se puede
dormir
a
la
fresca
en
caso
de
que
sea
necesario.
En
la
huerta
encontramos
no
solo
varias
hortalizas
y
árboles
frutales,
sino
que
también
dimos
con
una
casa
que
daba
pena
verla
tan
descuidada,
misma
que
nos
dio la esperanza de que no todo estaba perdido, era como
caída
del
cielo:
empezaba
el
golpe
de
suerte,
la
conspiración
del
universo
que
trabajaba
a
nuestro
favor.
¿Crees que alguien viva ahí?, me preguntó Nicoletta cuando vimos por primera vez la enorme casa plantada en medio de la nada, que en realidad era la huerta a donde habíamos escapado. Pero como no supe responder, nos acercamos para averiguarlo. Mientras ella esperaba sentada en la entrada, yo merodee en los jardines y así saber si en realidad estaba abandonada. El abandono, como es sabido por todos, hace crecer la hierba, y eso era una evidencia de que ahí ya no vivía nadie. Sería imposible o hasta impensable que el dueño de una propiedad tan elegante y magnífica como esta, dejara al descuido sus jardines y su finca, creo que nadie lo haría, al menos yo no podría.
Y ahí estábamos, Nicoletta tan bella como siempre: misteriosa mujer que me había seducido con su ímpetu y aquellos ojos azules, mirada que era capaz de entender mis pensamientos, de situarme en la tierra, de llevarme, incluso a las más profundas de mis ensoñaciones, donde ya no era yo y podía ser cualquiera, un humano más que vive y respira, que piensa y reacciona, que teme y lucha; incluso que aguanta pese a lo duro que le corresponde por suerte, o por una de esas cosas que le ha tocado como destino: azares y nociones que solamente encajan en el todo y en la nada. Nicoletta me sedujo también por su cabello y su andar, que más que andar, era parecido al movimiento que hacen las olas suaves en la mar. Cuando me dijo algo por primera vez, cuando me habló, supe que esa voz sería la que me acompañaría en los caminos, ya que sus palabras eran tan acertadas que no quise dejar de creer en ellas, me resultaban finas y tercas y bienaventuradas casi todo el tiempo, y cuando no eran así y se convertían en vulgares y hoscas, tampoco les daba importancia, ya que su mirada era capaz de poseerme. El conjunto de ella me tenía totalmente embrujado. Era, como yo, una trotamundos, una sin techo, una rata, un error en el sistema; alguien cuyo enfoque, era reprimido por el deseo de vivir, y nada más.
Y ahora mismo estaba ahí, sentada en la entrada de aquella casa, mirando la mochila que llevaba, mientras buscaba uno de sus libros: Neglect and Decay de George Neck, un libro que en los 80´s sería mencionado por otros grandes autores y que ahora, Nicoletta leía con desenfado. El ensayo que George Neck había escrito, tenía el poder de convencer que el desapego terrenal visto desde la perspectiva de un capitalista, debía ser el camino a seguir. George, asentado en Brooklyn que pretendía dejar todo y olvidar el capital como algo cotidiano, se basaba en el lema que transcribía en su libro: "Marcha una vida libre de pertenencias y olvida el dinero, mal de los actuales intelectos", con lo que afirmaba que el dejar los sistemas sociales como un planteamiento actual, desmembraba en el individuo su esencia, dejando que el intelecto surgiera reforzado, libre y capaz de cambiar con solo desear, al universo mismo. Nicoletta estaba a favor de todo lo que el escritor Neck decía en su libro, mismo que compartía conmigo, intentando convencerme de que la realidad que nos rodea podía ser cambiada con solo desearlo, y dejar que fuera el universo el que actuara. Qué bella era Nicoletta, y a pesar del cansancio y el poco higiene que la vida de un trotamundos puede darte, seguía siendo hermosa. El viento movía sutilmente las hojas del libro, ella lo sujetaba mientras leía con tranquilidad sus letras, solo se distraía para girar y ver si yo volvía con noticias de la casa encontrada.
Uno de los cierres de la ventana trasera estaba oxidado, así que tras forzarlo, pude romperlo y abrir. Al entrar, sin darme cuenta, se me enganchó la manga de la camisa a un clavo, que la rasgó casi por completo, ¡qué putada!, así que arremangué lo que eran ahora añicos de camisa. ¿Qué función tenía ése clavo?, miré el marco de la venta y entendí que era el anclaje de una de las persianas que ya se habían caído, ¿cuánto tiempo podría llevar abandonada la casa? Por el polvo en los muebles, calculé que podrían ser más de dos años, quizá tres. La cocina a la que había entrado no me pareció del todo antigua, así que antes de salir en busca de Nicoletta, eché un vistazo por los interiores: había un pasillo con varias puertas, cuatro o cinco quizá, mismo que conducía a un salón con chimenea y otros salones con varias ventanas y escaleras que te llevaban a un segundo piso. ¡Menudo palacete!, pensé, mientras miraba los detalles de la construcción que se me antojaban modernistas. No soy un entendido del tema, pero el modernismo siempre me ha fascinado.
Tras la emoción de ver el sitio casi impoluto, en el que solamente el polvo, la hierba y algunos bichos hacían mella, pensé en salir por la ventana y decirle a Nicoletta que ahí estaba nuestro golpe de suerte. Al recorrer uno de los salones, antes de llegar al pasillo que conducía a la cocina, encontré sobre la chimenea una caja que parecía de habanos, así que me acerqué, y al abrirla cayó un papel que descansaba sobre ella, era una nota. Tenía escrito lo siguiente:
"Hoy
he
tomado
la
decisión
de
marcharme,
quizá
lejos
encuentre
aquello
que
aquí
yace
olvidado
solamente
en
un
vago
recuerdo.
Ya
no
queda
nada,
todo
se
lo
come
el
tiempo,
que
me
arranca
las
entrañas
con
su
inefable
ira,
su
desdén
sin
criterio,
que
ajeno
a
mí,
me
tira
al
olvido
sin
mi
ausencia.
Me
voy,
me han
despojado
de lo que
más
quiero,
personas
que
no
han
de
volver.
"
Y
que
firmaba
"A.A.F."
con
fecha
de
1963.
Nicoletta
no
quería
quedarse
ahí
por
mucho
tiempo,
así
que
hablamos
de
que
solamente
sería
un refugio
temporal.
Ella
estaba
segura
de
que
tarde
o
temprano
volverían
los
dueños
o
quizá
sus
familiares,
o
peor
aún,
saqueadores
que
vacían
las
casas
para
después
destruir
todo
y
dejar
en
decadencia
lo
construido.
Quizá
tenía
razón,
pero
yo
estaba
impresionado
con la
buena
suerte
que
el
año
del
sesenta
y
cuatro
nos
estaba
brindando
y
no
quería
dejar
escapar
ese
pedazo
de
oportunidad.
Nos
quedaríamos
ahí
hasta
que
algo
sucediera,
cualquier
cosa,
además
no
teníamos
muchas
opciones,
el
poco
dinero
que
aún nos
quedaba, no era suficiente para
volver
a
la
ciudad,
así que ahora
la
huerta
era
lo
único
que
podía
mantenernos
vivos
y
era
estar
ahí
dentro de la casa
o
dormir
fuera.
Recordar es lo que ahora me queda. Ya han pasado más de cuarenta años, son casi cincuenta. Qué cosa tan interesante es eso de los recuerdos, incluso simpática: siempre tenemos montones de ellos, pero no son tan nítidos o completos, son vagos y con rupturas, hay huecos; un recuerdo viene a ser la nada, fotografías en la imaginación con audio, y audio malo, solamente trozos de películas que ya hemos visto antes. Partes de un algo que se ha ido, como Nicoletta, a la que añoro y no olvido, a la que admiro por aguantar el peso del camino que decidí recorrer, a la que debo mi salvación, porque sin ella, ¿qué habría sido de mi?, ¿de nosotros? Quizá ella lo habría logrado, pero yo sin ella, casi seguro que no. Por eso, la recuerdo como una fotografía; qué va, como varias, sin audio y con los colores dañados. Pero la recuerdo. Como a aquella casa, que conservo en la memoria como el inicio del rescate de mi vida, lugar del que siempre me he preguntado qué habrá pasado después, ¿seguirá en pie? ¿Habrán vuelto sus dueños?
Tal
vez algún día vaya y fotografíe lo que de ella queda.
Más fotos de este lugar y de todas las demás entradas aquí.
Más fotos de este lugar y de todas las demás entradas aquí.
Me encanta la cuarta foto Jordi!
ResponderEliminarMuchas gracias amiguito. A mi la que me gusta mucho es la última.
ResponderEliminarArriesgado proyecto al igual que válido por el contenido. Felicidades.
ResponderEliminarMuy amable Fedro. Se agradecen tus palabras.
ResponderEliminarUnas hermosas fotografías. Me quedo con esto: "Ya no queda nada, todo se lo come el tiempo, que me arranca las entrañas con su inefable ira, su desdén sin criterio, que ajeno a mí, me tira al olvido sin mi ausencia."
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog.
Muchas gracias Damasco!! Tremenda frase eh? Es que Alejandro es un crack.
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