El maldito gluten.
Fotografía: Jordi Coll.
Textos: Señor Saint Seya.
Carlos trabajó durante más de
cuarenta años en “Harineras Turolenses S.A.”, y aparte de una
jubilación más o menos digna y poder dar una educación adecuada a
sus hijos, obtuvó unos horribles dolores estomacales y unas diarreas
galopantes que hicieron de su vida un infierno.
Desde siempre, Carlos había atribuido
sus problemas de salud al trabajo. Pasó por las consultas de varios
médicos, pero nunca supieron diagnosticar lo que le pasaba. Además
descartaron cualquier tipo de enfermedad profesional dado que sus
dolencias continuaban tanto cuando no estaba trabajando, como cuando
gozaba de sus vacaciones lejos del centro de trabajo.
De todas formas, él continuaba
pensando que era víctima de una suerte de silicosis, pero de
harineros. Pidió en reiteradas ocasiones que le cambiaran de puesto
de trabajo, y como su jefe era una buena persona, Carlos pasó por
todas las máquinas y secciones de la harinera. Sin resultado
positivo alguno.
Carlos estaba harto de que le trataran
como a un loco, de que le dijeran que era un exagerado, de que a
pesar de conocer sus dolencias, sus compañeros susurraran a sus
espaldas y lo calificaran de listillo y de escaqueado.
Y no era de extrañar que no mejorara.
En aquellos tiempos la medicina no estaba tan desarrollada como
ahora, y en España no es que hubiera mucha investigación. Eso si
que era como ahora.
A pesar de que el pediatra holandés
Dicke descubrió después de la segunda guerra mundial la
intolerancia de ciertas personas al trigo, el centeno y la avena,
respondiendo así al interrogante que durante tantos años había
torturado a niños y mayores, en nuestro país no se supo nada de
esto hasta pasados un buen número de años.
Porque si, Carlos era celiaco.
Ahora todas esas pérdidas de peso, esa
delgadez, esa palidez y esas continuas diarreas cobraron sentido para
Carlos. Después de toda una vida de padecimiento, fue por fin
diagnosticado con acierto. Era trágicamente irónico. Lo que le daba
de comer lo estaba prácticamente matando.
Carlos era víctima de sentimientos
encontrados. Se sentía feliz por saber por fin lo que le pasaba y
por sentir el triunfo de sus teorías sobre todos aquellos que le
trataban de paranoico, pero estaba treméndamente triste y enfadado
por vivir en un país atrasado y subdesarrollado en el que no se
había podido dar solución a sus dolencias, cuando en el resto de
Europa todo esto ya estaba totalmente superado.
Cambió su dieta alimentaria para
evitar el gluten, cambió de trabajo dado que incluso en las oficinas
la harina lo inundaba todo, y su vida fue a mejor. Estando ya
jubilado, a principios del siglo veintiuno, vio como un afamado
doctor tomaba posesión de la cartera del Ministerio de Sanidad del
Gobierno de España. Este buen hombre empezó una cruzada contra la
celiaquía. Intentó incluso crear una serie de subvenciones que
paliaran el desmesurado dispendio económico que azota a estos
enfermos. Pero como suele pasar cuando las buenas personas entran en
política, no tardó en abandonar su cargo. Y lo hizo sin llevar a
cabo sus planes.
Más fotos de este lugar y de todas las demás entradas aquí.
Más fotos de este lugar y de todas las demás entradas aquí.
Es curioso ver un lugar abandonado tan.. cómo decirlo.. "con tanta madera" jeje
ResponderEliminarY además en buen estado!!
Un Saludo!!
jajajaja, muchas gracias!
EliminarMe encantan las harineras antiguas con todo de madera. al ver las primeras fotos pense que ya conocia el lugar, luego al ver cosas rotas y desmontadas me asuste un poco. El caso, me acabo de dar cuenta que que no es el mismo lugar, aunque encontrar algo asi y poder fotografiarlo siempre es una suerte. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias! Había un piso más, pero crujía mucho y me dió miedo subir.
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