lunes, 1 de julio de 2013

El maldito gluten.


El maldito gluten.

Fotografía: Jordi Coll.
Textos: Señor Saint Seya.





Carlos trabajó durante más de cuarenta años en “Harineras Turolenses S.A.”, y aparte de una jubilación más o menos digna y poder dar una educación adecuada a sus hijos, obtuvó unos horribles dolores estomacales y unas diarreas galopantes que hicieron de su vida un infierno.




Desde siempre, Carlos había atribuido sus problemas de salud al trabajo. Pasó por las consultas de varios médicos, pero nunca supieron diagnosticar lo que le pasaba. Además descartaron cualquier tipo de enfermedad profesional dado que sus dolencias continuaban tanto cuando no estaba trabajando, como cuando gozaba de sus vacaciones lejos del centro de trabajo.




De todas formas, él continuaba pensando que era víctima de una suerte de silicosis, pero de harineros. Pidió en reiteradas ocasiones que le cambiaran de puesto de trabajo, y como su jefe era una buena persona, Carlos pasó por todas las máquinas y secciones de la harinera. Sin resultado positivo alguno.




Carlos estaba harto de que le trataran como a un loco, de que le dijeran que era un exagerado, de que a pesar de conocer sus dolencias, sus compañeros susurraran a sus espaldas y lo calificaran de listillo y de escaqueado.




Y no era de extrañar que no mejorara. En aquellos tiempos la medicina no estaba tan desarrollada como ahora, y en España no es que hubiera mucha investigación. Eso si que era como ahora.




A pesar de que el pediatra holandés Dicke descubrió después de la segunda guerra mundial la intolerancia de ciertas personas al trigo, el centeno y la avena, respondiendo así al interrogante que durante tantos años había torturado a niños y mayores, en nuestro país no se supo nada de esto hasta pasados un buen número de años.




Porque si, Carlos era celiaco.




Ahora todas esas pérdidas de peso, esa delgadez, esa palidez y esas continuas diarreas cobraron sentido para Carlos. Después de toda una vida de padecimiento, fue por fin diagnosticado con acierto. Era trágicamente irónico. Lo que le daba de comer lo estaba prácticamente matando.




Carlos era víctima de sentimientos encontrados. Se sentía feliz por saber por fin lo que le pasaba y por sentir el triunfo de sus teorías sobre todos aquellos que le trataban de paranoico, pero estaba treméndamente triste y enfadado por vivir en un país atrasado y subdesarrollado en el que no se había podido dar solución a sus dolencias, cuando en el resto de Europa todo esto ya estaba totalmente superado.




Cambió su dieta alimentaria para evitar el gluten, cambió de trabajo dado que incluso en las oficinas la harina lo inundaba todo, y su vida fue a mejor. Estando ya jubilado, a principios del siglo veintiuno, vio como un afamado doctor tomaba posesión de la cartera del Ministerio de Sanidad del Gobierno de España. Este buen hombre empezó una cruzada contra la celiaquía. Intentó incluso crear una serie de subvenciones que paliaran el desmesurado dispendio económico que azota a estos enfermos. Pero como suele pasar cuando las buenas personas entran en política, no tardó en abandonar su cargo. Y lo hizo sin llevar a cabo sus planes.  


Más fotos de este lugar y de todas las demás entradas aquí.

4 comentarios:

  1. Es curioso ver un lugar abandonado tan.. cómo decirlo.. "con tanta madera" jeje

    Y además en buen estado!!

    Un Saludo!!

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  2. Me encantan las harineras antiguas con todo de madera. al ver las primeras fotos pense que ya conocia el lugar, luego al ver cosas rotas y desmontadas me asuste un poco. El caso, me acabo de dar cuenta que que no es el mismo lugar, aunque encontrar algo asi y poder fotografiarlo siempre es una suerte. Enhorabuena.

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  3. Muchas gracias! Había un piso más, pero crujía mucho y me dió miedo subir.

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